

Foto : Especial para LA CRÓNICA
El argumento principal gira alrededor de Margarito Duarte, un provinciano colombiano que viaja a Roma, portando un cajón de madera fina, donde estaba depositado el cuerpo de su hija.
Fue en el año 1987 cuando Filandia, mi pueblo natal, vivió durante los meses de agosto y septiembre los días y noches más inolvidables de su existencia ciudadana. Y no era para menos, pues los pobladores estuvimos maravillados con los movimientos de camarógrafos, actores y extras del pueblo que se vieron involucrados en las jornadas de filmación de una película. En su plaza principal, en sus calles y al interior de algunas casas se sentía la fantasía del rodaje y el entusiasmo que despertaba la aventura de la irrealidad. Era como si Filandia todo se hubiera trasladado a un estudio de grabación y cada uno de sus habitantes paralizaba sus labores cotidianas para inmiscuirse en los detalles de la filmación. Incluso yo, pues en varias ocasiones debí sustentar ante mis jefes, el viaje a Filandia para trasladarme, en un día laboral, desde mi sede de trabajo en Armenia en búsqueda del goce que ofrecía el séptimo arte.
En uno de esos encuentros con el equipo de filmación -y aprovechando el descanso de su director- me acerqué con dos amigos más para preguntarle por qué había escogido al municipio para su realización. La respuesta fue certera: “¿Se dan cuenta que en esta calle se detuvo el tiempo?”.
Nos encontrábamos en la calle séptima, hoy llamada la del ‘Tiempo detenido’, pues se rodaba una de las escenas principales, la del cortejo fúnebre que corría lentamente por el centro de la vía, la que estaba empedrada en los años 20 del pasado siglo. Y era cierto. Nunca habíamos apreciado su conservación arquitectónica y la soberbia de sus fachadas, donde se ven primorosas ventanas sin balcón, que constituían -porque hoy ya desaparecieron- la tipología típica de la llamada colonización antioqueña o multirregional. La misma que había sido creada por los viejos constructores de principios del siglo XX.
Desde ese día entendimos algo que nos dejó como lección aquella película. El proceso de apropiación ciudadana, asumido por los habitantes de las casas antiguas, desde esa fecha. Pues debían hacer honor a la mención del “tiempo detenido”, para no modificar esa herencia arquitectónica y que había sido tenida en cuenta para el registro imperecedero en una película. Durante las dos décadas siguientes, la calle fue cuidada en su conformación arquitectónica, pero llegó un turismo mal concebido y sin planeación. Y hoy nos topamos, ya a comienzos de la tercera década del siglo XXI, con sus fachadas pésimamente refaccionadas y hasta con la destrucción inmisericorde de algunas casas.
El interlocutor que nos mencionó aquella referencia histórica era Lisandro Duque Naranjo, el cineasta colombiano -nacido en la población vallecaucana de Sevilla- y quien había escogido a Filandia para producir una de las cintas cinematográficas más famosas, ‘Milagro en Roma’.
En su ensayo titulado ‘Caminando y rodando por e l Quindío’ (publicado en la colección Biblioteca de Autores Quindianos, Armenia, 2011), el docente e investigador Jorge Hernando Delgado Cáceres, nos contextualiza detalles de su realización: “…Fue rodada en su parte inicial en el municipio de Filandia. La película hizo parte de un ciclo llamado ‘Amores Difíciles’, basado en historias escritas por Gabriel García Márquez; fue presentada por la televisión española y obtuvo el premio a la mejor serie de televisión del año en ese país. La película ganó el premio a mejor guion en el festival de Montecarlo”.
El origen de su guion fue la columna de un diario colombiano que Duque Naranjo leyó, como así lo relata en una entrevista brindada al equipo de redactores de la sección ‘Vida Cotidiana’ del diario El Espectador, publicada el domingo 15 de mayo de 1988 y cuando ya estaba la cinta en los últimos detalles de producción en estudio: “Todo comenzó gracias a una columna periodística del escritor Gabriel García Márquez, publicada en El Espectador. Su título, ‘La larga vida feliz de Margarito Duarte’ y que había salido impresa el 20 de septiembre de 1981”.
El argumento principal gira alrededor de las vivencias de Margarito Duarte, un provinciano colombiano que viaja a Roma, portando un cajón de madera fina, donde estaba depositado el cuerpo incorrupto de su hija, que había sido exhumado en el cementerio local. Gabo había conocido al personaje en Roma y él le había contado sus peripecias, pues trató infructuosamente de entrevistarse con los papas en el Vaticano, para exponerles el caso asombroso. Los detalles, con la adición del estilo del realismo mágico, se amplían en el cuento titulado ‘La Santa’ y que hace parte de la obra titulada ‘Doce Cuentos Peregrinos’, de la Editorial Oveja Negra, publicada en 1992.
Al preguntarle a Duque Naranjo, en la misma entrevista, por la escogencia de la locación y en qué otros sitios había sido filmada, contestó lo siguiente: “En un lugar muy hermoso que acababa de ganar el concurso del pueblo más lindo del departamento, Filandia, Quindío. Yo había estado buscando una población del Eje Cafetero que, además de preservar su patrimonio arquitectónico antioqueño, conservara intacto su cementerio. Sin embargo, después de hacer un recorrido por catorce poblaciones, en todas, los cementerios antiguos habían sido depredados para dar lugar a unos sitios estandarizados, de mal gusto, con una arquitectura deplorable. Solamente el de Filandia seguía conservando los rasgos clásicos de la región”.
En la película actúan actores destacados. La intervención principal es la de Frank Ramírez y el papel de la niña, Evelia Duarte, lo protagoniza Amalia Duque García, la hija menor de Duque Naranjo, que para entonces contaba con siete años de edad.

Pero uno de los aspectos más emotivos es la intervención de extras filandeños. Entre otros, el ex bibliotecario Jaime Naranjo Orrego, en el papel de sacerdote auxiliar del obispo. El sicoterapeuta Adalberto Aguirre López en el de sacerdote que oficia el entierro de la niña. O el de un personaje popular, Poncho, quien reclama por la discriminación de Filandia, al compararse con Armenia y ser una población pequeña. Pero la actuación más emotiva, en cuanto a mí concierne, es la de mi padre, Carlosé Restrepo, quien cumple el papel de un médico escéptico, que trata de explicar a sus paisanos por qué se conserva un cadáver.
Un conjunto de sensaciones que ofrece el cine, cuando se ven, incontables veces, las escenas de amigos y familiares, actuando, aunque sea por unos cuantos segundos. En el caso de la aparición en escena de mi padre, es claro percibir una vez más la maravilla del cine, pues ello le ha dado la oportunidad a mis hijas y a algunos sobrinos de conocer al abuelo.
En la película también se aprecian otros detalles. El color tradicional de las casas de bahareque, que hoy se ha perdido irremediablemente. Personajes de la vida cotidiana. Las singularidades de la provincia. El fenómeno de la religiosidad popular. Los aspectos del patrimonio urbanístico de su plaza principal. Y hasta los tópicos de la picaresca. Todo gracias a la memoria gráfica y fabulosa del celuloide.
Pero de todas las estancias, la que más sensación despierta es la de la casa interior de la calle del embudo, en la carrera sexta y demarcada con el número 7-47, propiedad de la familia Duque Pérez, donde se filmó la escena de la velación del cadáver de la niña, después de haber sido exhumado su cuerpo. Para su logro impactante, debió envejecerse la casa y modificadas sustancialmente sus paredes, lo que no impidió apreciar la disposición interna de las viviendas tradicionales de una planta, que poseen corredor de chambranas alrededor de un patio central y ventanas planas hacia la calle, con sus respectivos postigos.
Es en esta casa, 35 años después de la filmación de la película ‘Milagro en Roma’, que la casa ha tomado un nuevo aire alrededor del turismo cultural y se ha convertido en un nuevo establecimiento para la atención de visitantes. Se conoce como ‘La Caperuza’. De su puerta principal se resalta una foto de la época de la filmación, donde aparece la niña Evelia y, en la parte superior, en el dintel, la nomenclatura de la casa, 7-47.

En esta renovada sede los filandeños podrán ver la película, desde el jueves 29 de septiembre y hasta el 2 de octubre de 2022, en horas de la noche. Será una cita con los recuerdos, con la conversación en torno a sus actores extras locales y el impacto negativo en la modificación arquitectónica, además de otros detalles de la historia. Pero, sobre todo, será una nueva cita con la magia del cine.
FUENTE LACRONICADELQUINDIO.COM