

Juan Francisco Bautista Gómez y Luz Patricia Naranjo Trujillo son dos impulsores culturales del Quindío que han logrado gestar, con sus equipos humanos de producción, la magia de dos festivales.
Esta vez los han dirigido hacia la recordación del mito y la leyenda como imaginario de una gran región y a la difusión de imágenes en movimiento que nos llevan -otra vez- a una de las historias más gratas del Quindío del siglo XX, la del cine.
Se puede decir que Bautista y Naranjo son “introductores de magia nacional”. Esta frase la escuché por primera vez en el año de 1988, cuando a instancias de la gobernación del Quindío se realizó un taller participativo, con diferentes ciudadanos, del cual resultó un ejercicio diagnóstico titulado “Aproximación a un documento de identidad regional. “Lo curioso es que la frase se pronunció como parte de una indagación hecha a los participantes desde la siguiente pregunta: ‘’ ¿Qué no somos los quindianos?”.
Respuestas variadas surgieron, pero esta fue la más cuestionadora. Era natural que -preguntando ello en el país del realismo mágico de Gabriel García Márquez- alguien lanzara tal inquietud, también cuestionadora. Y es que -por muchos años- después del terremoto de 1999 no veíamos unos productos culturales tan vivificantes como los realizados por Bautista y Naranjo, tal vez porque no contábamos con cultores que indujeran a la magia que evoca Gabo en sus historias. Ella es artista y administradora turística y él es director y productor audiovisual. A través de sus fundaciones han entregado al Quindío dos festivales de mucha valía histórica y cultural.
En 2017 aprecié por primera vez la representación de mitos y leyendas en el Parque de la Vida de Armenia y allí pude apreciar el talento y creatividad de Naranjo Trujillo. Hoy aparece de nuevo, desde la dirección de la Fundación Cultural Memoria Viva un Festival de Mitos y Leyendas en vivo, que alimenta el espíritu y divierte sanamente. Mientras que Bautista Gómez, desde su Fundación está fortaleciendo la cultura audiovisual a través del Festival Internacional Cine en las Montañas. Ambos festivales ya han superado la presentación alegórica o la función, para regalar al público la vivencia del arte y la cultura.
Durante el fin de semana del mes de agosto de 2022, los escenarios de ambos eventos son la plaza principal de dos municipios y el último relicto boscoso de Armenia, que ha sido convertido en parque y lugar de encuentro para las familias.
El resultado que deja la participación de los ciudadanos en ambos festivales es el conocimiento de la historia del cine en el Quindío y el recreo de la cultura popular, a través de los relatos legendarios forjados en sus regiones de origen y que aquí llegaron con los colonizadores y fundadores de pueblos.
Filandia y Salento se deben al cine, que fue asunto patrimonial de ambas localidades y por eso sus habitantes recuerdan -y recordarán después del Festival- a las primeras producciones cinematográficas del departamento, allí filmadas, lo mismo que a los teatros locales que allí existieron.
En cuanto respecta al Festival de Mitos y Leyendas, el mejor espacio escogido no pudo ser el mejor, el Parque de la Vida. Porque ello nos recuerda la génesis de las leyendas y el origen del mito. Mientras la leyenda corresponde generalmente a una narración basada en personajes y acontecimientos históricos -además centrados en lo local y regional – el mito es de envergadura universal y se refiere a la cosmogonía y a las experiencias divinas de los pueblos, llámese así a lo religioso. Pero algo une al mito y la leyenda. Es la naturaleza y, en el caso que nos ocupa, el bosque originario, llámese igualmente la selva.
Allí nacieron las primeras versiones de creación del mundo, unidas al mar y las montañas. Allí, también en el bosque, se gestaron las versiones fantásticas de los seres protectores de los recursos naturales, como el mohán, la madremonte o el hojarasquín del monte, evocando estas tres, como ejemplo de la clasificación regional, que también acude al río o a la parcela de cultivo.
El Festival de Cine en las Montañas tiene como objetivo ponernos en la universalidad del Séptimo Arte, como que su carácter de ser internacional nos coloca también en la interpretación del sentir humano en cualquier parte del mundo. Por eso varios productores nacionales y extranjeros acompañan la dinámica del transcurrir de las variadas películas que se ofrecen. Pero el aspecto que más llama la atención es el hecho de retrotraer la memoria del cine en estas poblaciones del Quindío, que se llenó de la magia de una época en la que nuestros padres y abuelos -y los que ahora somos sesentones- experimentamos al estar frente a la pantalla. Ya fuera en el improvisado telón callejero que se colocaba en la plaza principal o en el amarillento y gastado del teatro de pueblo, que era por lo general al interior de una gran casa de bahareque. Sobre esta remembranza, así recuerda al teatro Bengala de Filandia el autor del ensayo titulado “La Casa”, publicado en el periódico “Culturarte” en marzo de 1999:
“…El nombre del teatro recordaba las selvas de Bengala, acomodándose bien a las imágenes que nos transmitía el cine de la época y con tigres asiáticos amenazando algunas caravanas de intrépidos exploradores, vistosos elefantes y peligrosas obras acechando en las ensenadas. Dos enormes proyectores de fabricación alemana, con cuyos lentes descompuestos alcancé a jugar en mi infancia, se encargaban de transportarnos a los mágicos lugares donde sólo el cine puede llevarnos, mientras ocasionales magos nos mostraban su pasmosa habilidad para acostar una hermosa mujer en un lóbrego ataúd, que después era serruchado y fragmentado ante los gritos de un público atónito y maravillado “.
No menos mágico que lo expuesto en el anterior párrafo es lo que nos recuerda el recuento histórico de otros teatros de Filandia y Salento y los hechos sucedidos en las primeras décadas del siglo XX. Por ejemplo, en Filandia, además del Bengala, existieron el teatro Parroquial, el Aguirre y el Peláez, uno en cada cuadra circundante de la plaza principal. El docente e historiador Jorge Enrique Delgado Cáceres, en su libro titulado “Caminando y rodando por el Quindío” (Biblioteca de Autores Quindianos, 2011) así se refiere a “las tres producciones nacionales en el siglo XX, filmadas en los dos pueblos:
– “La muerte es un buen negocio”. Salento, entre 1979 y 1980.
– “Asistencia y camas”. Salento, en 1980. Basada en la obra escrita titulada “Asistencia y camas”, del escritor caldense Rafael Arango Villegas.
– “Milagro en Roma”. Filandia, 1987. Basada en el cuento titulado “La Santa”, de Gabriel García Márquez.
En cuanto atiene al acervo de leyendas del Quindío, además de las tres arriba mencionadas, hay que anotar que la gran mayoría corresponden a las traídas por los colonos antioqueños, como así lo referencian, entre otras, las siguientes:
La Matraca. El Patetarro. La Patasola. El guango y la barbacoa. La llorona. Parece que en algunos municipios caldense fueron creadas las de Cosiaca, el Sombrerón y el cura sin cabeza.
Otras han sido gestadas desde el imaginario guaquero o de profanación de tumbas indígenas, son ellas: La Guaca de Fachadas. El Tesoro de Pipintá. El Tesoro Escondido del Paso de los Aguadeños. La Laguna de Maravelez. El Tesoro del Rey Palomino.
Las basadas en personajes históricos son la Leyenda del Cacique Calarcá y una muy local, aunque con variantes en otros sitios del Eje Cafetero, llamada El berraco de La Tebaida.
En algunos municipios rondan las creadas con carácter local: El Duende de Circasia. Las cavernas del Alto de la Cúspide en Génova. El Peludo de Rentería en Pijao. El anciano de las Barbas Blancas de Córdoba. El Duende de La Tebaida.
No se pueden desdeñar las citadas por otros autores. El folclorólogo Euclides Jaramillo Arango nos recuerda en sus libros la leyenda de Sebastián de las Gracias y los cuentos del Tío Conejo, aunque estos últimos se acercan más al género de fábula. Y un recuento bien logrado entre los habitantes del puerto sobre el río de La Vieja, descrito por el magíster en Comunicación Educativa Hernando Alberto Gómez Londoño en su libro titulado “Puerto Alejandría, un río, una comunidad, una cultura” (Litografía Skrybe, Calarcá,2019):
Los perros negros. La Barbacoa. El Balsero. El Pescador.
Con respecto a una leyenda auténticamente quindiana se puede considerar que ella se conoce como el Mohán de la Sonadora, con jurisdicción en el corregimiento de La Virginia, municipio de Calarcá. Se deriva del Mohán de las regiones del Tolima y Huila y de donde además vienen las siguientes: El Silbador. La Leyenda del Diablo. La Madre de Agua. La Candileja. La Madreselva. La Muelona. La Tarasca.

FUENTE LACRONICADELQUINDIO.COM