Aniversarios de inocentadas en Colombia

Aniversarios de inocentadas en Colombia

Liliana Cáceres con su barriga de trapo.

Hechos que han marcado la macondiana realidad colombiana.

Hace 60 años, en 1962, ocurrió el hecho más insólito y gracioso de «inocentada» en Colombia. Es el nombre que le damos al evento de la cotidianidad que nos hace creer una realidad cierta pero que, en verdad, es todo lo contrario. Y por lo mismo se vuelve noticia curiosa, nos arranca risas y nos coloca hasta en el plano del ridículo. Es, en el lenguaje castizo y popular, una «tomadura de pelo», otra forma chistosa de llamar a la vergüenza de sentirnos engañados. En el Eje Cafetero se conoce como una «mamadera de gallo», otra expresión que nadie puede explicar en su origen semántico. 

En tierras del Huila, un seminarista llamado Jaime Torres viajaba en un vehículo de transporte intermunicipal y le comentó a su compañero ocasional de viaje que iba a Neiva en plan incógnito de vacaciones, porque era el embajador de un país lejano en Bogotá y había decidido conocer el sur del país. Le pidió al pasajero que no comentara aquello, pero el opita «no se aguantó» y al llegar a la capital les comentó a las autoridades. 

Lo que pasó después se convirtió en una comidilla que a muchos huilenses indigna. El bromista fue atendido como personaje ilustre y aquello se convirtió en la historia fabulosa que se conoce como «El embajador de la India», caso gracioso de la vida real que también fue llevado al cine. 

El otro caso «vacilador» ocurrió en Barranquilla en 1997 y se están cumpliendo 25 años de la tremenda inocentada. Una «despechada» costeña, rechazada por su novio, le hizo creer al hombre que estaba embarazada y que esperaba un nacimiento múltiple. En otras palabras, iban a ser padres de siete párvulos. Ello se volvió noticia nacional, porque la prominente barriga de la agraciada morena así lo mostraba. 

El engaño se evidenció en el hospital, luego de convertirse en noticia de prensa de todos los días. Y Liliana Cáceres fue descubierta por fin en su engaño, quedando evidente la inocentada al comprobar que su prominente estómago era de trapos que ella adhería bajo su ropa, con una naturalidad visual que confundía hasta al más escéptico. 

Ella logró su cometido. El novio volvió a su vida y tal vez fue por la ganancia económica que eso representó, gracias a infinidad de donaciones que había recibido y -tal vez- a la venta de cientos de pañales que le habían regalado. 

FUENTE LACRONICADELQUINDIO.COM